Lo escucho llegar y cerrar de un portazo la entrada. Se que vendrá directo a mi, pero primero se sirve en un vaso con un hielo grande un buen whisky, ha comentado que así me disfruta más; sorbo a sorbo. Cuando llega a la habitación ya viene semi desnudo a tirarse a la cama, yo impaciente por continuar lo que dejamos anoche lo espero cerca de ella.
Me toma con sus fuertes manos y se aferra a mi como un tesoro invaluable. Me da unas palmaditas como asegurándose que sigo aquí. Me abre sin respeto pero con pasión. Dispuesto a devorarme. Pega su nariz en mis pliegues y aspira fuerte, seguido y sin reparo como buscando un aroma conocido o quizá desconocido como el de manos anteriores que hayan pasado por aquí. Sus dedos ágiles y desesperados pasean por mi, los humedece con su lengua tibia y regresan a lo que estaban haciendo, sigue con ansia; avanzando sin parar hasta llegar a donde quería; a ese territorio conocido. Después de un buen rato de sobredosis de explorar todos los sentidos; risas a carcajadas, asombro, un poco de miedo y hasta un ligero llanto tímido. Me repite susurrando ciertas palabras que lo asombran y lo excitan. Ya nos vamos conociendo a la perfección. Es muy noche y su mirada se torna cansada. No puede más y lo entiendo. Es hora de descansar, siempre habrá un mañana para continuar en lo que nos quedamos.